Consuelo, me aúno al dolor. Se fue un enamorado de la literatura, un amigo exageradamente ameno, un dedicado lector y un atento crítico. Alfredo José fue mi maestro en el Colegio San José, el año 1984. Recuerdo que antes de postular a Educación, en Lengua y Literatura, en UNPRG, en 1985, mi papá tuvo un diálogo con Alfredo José para entender, mi papá, a qué iba a postular su hijo, o sea, yo. Alfredo José, desde las aulas sanjosefinas, definió mi vocación docente. En el Colegio San José sus clases de Literatura Universal fueron memorables, las recuerdo nítidas, precisas, motivadoras, hablaba su interior, su espíritu hecho de literatura. Los temas que enseñaba no estaban prefijados en programa o texto oficial alguno. Los temas que enseñaba eran los temas que él mismo había escrito como profesor y como lector. En sus clases Alfredo José utilizaba un texto que él mismo había redactado. En ese texto Alfredo José había organizado los procesos y los resultados de sus reflexiones pedagógicas y de sus investigaciones críticas. Allí, en ese texto, Alfredo José, habia ordenado diferentes lecciones, una tras otra se ordenaban didácticamente -y con profundidad temática- La Iliada, Edipo Rey, La Biblia, La Divina Comedia, Hamlet, Crimen y Castigo, Fausto. Recuerdo sus explicaciones sobre cada una de esas obras universales. Lo recuerdo motivándonos a leer La Iliada utilizando como tópico la figura del héroe y apelando a la estrategia analógica de comparar a Aquiles con Teófilo Cubillas. Una analogía a lo Alfredo José. Todos atentos, imaginándonos el talento de Cubillas con el balón y el talento de Aquiles con su armadura. Lo recuerdo en un clase memorable explicándonos el fondo histórico, lingüístico, mitológico de La Iliada, utilizando solamente el párrafo inicial del Canto I, un párrafo inicial que lo recitaba con memoria apasionada, y que desde ese día también lo aprendí de memoria: "Canta, oh Diosa, la cólera del Pélida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes convirtió en presa de perros y pasto de aves. Cumplíase la voluntad de Zeus, desde que se separarán disputando el Atrida Rey de Hombres y el divino Aquileo". En otra clase, recitaba en latín el terceto inicial de La Divina Comedia. Y se embebía explicando las motivaciones políticas, religiosas y amorosas de Dante. En mis cuadernos están las formas del Infierno dantiano que Alfredo José trazó. Lo recuerdo motivando la lectura de Hamlet a partir de una entrada psicológica en las pasiones humanas. Y luego, explicando el sentido del ser o no ser hamletiano. Pragmática pura, hermenéutica al máximo, recordado Alfredo Josè. Y su pasión cuando disertaba sobre el teatro griego a partir de la tragedia de Edipo y Yocasta. Y sus explicaciones cinematográficas de Mío Cid. Y su altura reflexiva sobre la relación entre Fausto y Mefistófeles. Alfredo José fue Alfredo José. No hay más. Lector y formador, formador y lector, la conjunción exacta del auténtico profesor de Literatura. Alfredo José motivaba, ejemplificaba, comparaba, interrogaba, reía, aplaudía, bromeaba, tomaba el pelo, orientaba, aconsejaba, interactuaba. Fue plenamente comunicador. Fue intensamente pedagogo. Recreador permanente del lenguaje. Se entretenía haciendo juegos de lenguaje, desplegando ese principio humboldtiano que el lenguaje es dynamis creadora. Una vez, en tono de reprimenda, nos dijo: "ustedes dicen estadio, estadio (quieren ir a ver jugar al San José), y yo les digo estudio, estudio (quiero verlos eternizar al San José)". Otra vez, a un compañero cuyo prolongado silencio revelaba que había olivdado o ignoraba el lugar de nacimiento de Shakespeare, le dijo: "te he preguntado dónde nació Shakespeare, no por dónde nació". Ese era Alfredo José. Ese seguirá siendo en el alma de quienes tuvimos la suerte de nutrir nuestras vidas de estudiantes con su vida de profesor. Hace poco, el domigo 28 de setiembre, los integrantes de la promoción 84 del San José nos reunimos convocados por el aniversario de nuestro Colegio, y un tema de la ineludible conversación recordatoria de egresados fue precisamente Alfredo José. En la mirada, en el alma y en la palabra de cada egresado brotaba un sincero homenaje a un verdadero Maestro, a alguien que supo trazar las huellas y las rutas de la lectura y de la formación en el espíritu adolescente.
Alfredo José, Maestro y amigo, cosmonsefuanamente, y sanjosefinamente, descansa en paz.
milton manayay tafur.
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